lunes, 16 de marzo de 2009

OSO PARDO





Excrementos de oso en primavera, con restos de hierba.








Detalle de la cama de materia vegetal que cubre el suelo de una osera de invernada.






Marcas de mordiscos en un abedul.





















Interior de una osera de invernada.



HABITAD NATURAL


OSO PARDO (Ursus arctos)

FICHA TÉCNICA

Orden: Carnívora (carnívoros)
Familia: Úrsidos
Género: Ursus
Especie: Ursus arctos (Linnaeus, 1758)
Subespecies presentes: Una sola especie para la Península Ibérica. Cabrera (1914) describió al oso pardo español como una subespecie autóctona (U. a. pyrenaicus, Fischer, 1829), lo que se encuentra muy cuestionado hoy en día, incluyéndose dentro de la subespecie nominal, dentro de la que aparecen las restantes subespecies europeas.
Longitud de la cabeza y cuerpo, sin incluir la cola: entre unos 150 y 250 cms.
Peso: Entre los 80 y 150 Kgs. de promedio, con máximo de 250 Kg. Se cita en la literatura científica un macho cazado en el año 1848 que pesó 350 Kgs.
Status de la especie: El oso pardo en España tiene la consideración legal de especie «en peligro de extinción». Con la excepción de vedas locales, como por ejemplo en Cantabria, donde la prohibición de caza del oso se remonta al año 1949, y otras temporales como la O.M. de 30 de octubre de 1952, que prohibió la caza del oso por espacio de cinco años en todo el territorio nacional, en España se han abatido legalmente osos hasta 1967. Se estableció entonces una veda temporal que se constituyó en definitiva al catalogar al oso como especie protegida, por Decreto de 5 de octubre de 1973, situación legal ratificada por Real Decreto de 30 de diciembre de 1980, sobre Especies de Fauna Silvestre Estrictamente Protegida.



La Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre, no modificó la situación práctica, pero conllevó una nueva condición administrativa. Dicho texto legal estableció la obligación de formar un Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, finalmente aprobado por R.D. 439/1990, de 30 de marzo, en el que el oso se incluyó como “especie en peligro de extinción”, lo que supone no solo la prohibición genérica de caza de la especie, sino también su tenencia, comercialización y naturalización de sus restos o elementos reproductores (Ministerio de Medio Ambiente, 2006).

DESCRIPCIÓN DE LA ESPECIE


Popular plantígrado de cabeza y orejas redondeadas, cuerpo pesado y de gran fortaleza corporal, dotado de una cola muy corta, apenas perceptible visualmente. El pelaje se renueva una vez al año, en la época estival, y puede tener un color muy variable de un individuo a otro, que va a ir desde el marrón muy oscuro al dorado claro, pasando por diversas gamas de tonalidades grises. Una peculiaridad de la especie es que las crías suelen presentar un collar blanquecino más o menos amplio alrededor del cuello, marca que habitualmente desaparece a partir de la primera muda al año de edad, pero del que puede quedar algún resto en los adultos.

En cuanto a los sentidos, el más desarrollado es el olfato excelente, finísimo del que depende mucho para su supervivencia y búsqueda de alimento. El oído, lo tiene también muy desarrollado y es extremadamente agudo y desarrollado. Por el contrario la visión no la tiene muy desarrollada, aunque puede ver los colores durante la noche. A larga distancia reconocen formas pero no detalles, y detectan mucho mejor animales u objetos en movimiento que inmóviles. En algunas situaciones desfavorables pueden erguirse sobre sus patas traseras para aumentar su campo de visión. Gracias a este mecanismo pueden detectar a larga distancia muchas de sus fuentes de alimento y también el estado sexual de otros ejemplares durante la época de celo.
El oso se considera una especie relativamente reciente en su aparición en el planeta, estimándose que su antepasado fue un mamífero hoy extinguido llamado Hemicyon, que se considera antepasado del oso y las hienas y que daría paso a otro antecesor más, el Ursavus, que habitó hace unos 20 millones de años, estimándose que el oso pardo actual apareció como especie en el Plestioceno Inferior.

Dentro de la especie oso pardo (Ursus arctos), se distinguen diez subespecies de oso pardo, algunas de ellas extintas en la actualidad: el oso dorado (U. a. californicus), que está extinto; el oso norteafricano (U. a. crowthwri), también extinto en la actualidad; el oso grizzly (U. a. horribilis), igualmente extinto; el oso del Nepal (U. a. isabellinus); el oso kodiak ( U.a. middendorffi); el oso grizzly mexicano (U. a. Nelson); el oso azul del Tíbet (U. a. pruinosus) el oso sirio (U. a. syriacus); el oso de Hokkaido (U. a. yesoensis); y el oso pardo europeo, (U. a. arctos), que es la especie que habita en el continente europeo, incluida la Península Ibérica. Se estima que la subespecie europea, a su vez, cuenta con dos líneas genéticas diferenciadas: la oriental y la occidental.

La población total de oso pardo del planeta se estima que puede superar los 200.000 individuos. Mientras que es muy escaso, en grave peligro de extinción local, en la Península Ibérica.
Si en tiempos pasados el oso pardo se encontraba ampliamente distribuido por la Península Ibérica, actualmente tan solo sobreviven dos poblaciones que están aisladas entre sí, una en Los Pirineos y la otra en la Cordillera Cantábrica, extendiéndose cada una de ellas sobre una extensión estimada de 2.500 Km2, con una población total de tan solo 70-90 individuos en la zona Cantábrica y 5 en los Pirineos Occidentales. En los Pirineos Centrales se reintrodujeron hace unos años varios individuos procedentes de Eslovaquia, con el intento de reintroducir la especie, no sin grandes polémicas en amplios sectores de las poblaciones locales afectadas.

ALIMENTACIÓN

Incluido dentro de los carnívoros, se considera al oso como un perfecto omnívoro, capaz de comer e ingerir los más variados alimentos, de modo que su dieta prácticamente incluye todas las materias digeribles, aun cuando van a estar condicionadas por las disponibilidades alimenticias de una zona y época del año. Así consume vegetales como frutos otoñales (madroños, castañas, uvas, arándanos, frambuesa, endrinos, etc.), setas, babosas, caracoles, insectos y dentro de estos particularmente hormigas y sus huevos, las que come en gran cantidad, para lo que levanta con sus zarpas los hormigueros, así como abejas y panales de miel; también incluye en su dieta a los reptiles, como culebras, lagartos o lagartijas, los anfibios, particularmente a las ranas; aves y huevos; así como mamíferos y micromamíferos; además de peces, de los que el salmón es su bocado preferido. Todo ello sin desdeñar la carroña.

También perseguido por sus ataques a los cultivos, al ganado doméstico, tanto ovino como vacuno, así como por los daños que ocasiona a la caza mayor, como ciervos, jabalíes, cabras montesas o rebecos, ha motivado la necesidad de establecer sistemas compensatorios de indemnización a los afectados por los daños ocasionados.

DATOS DE LA ESPECIE



Longevidad: La vida media se estima en torno a los 20 a 25 años en libertad, aun cuando suele morir por causas naturales antes. Un estudio efectuado en el Parque Nacional de Yellowstone (EE.UU.) puso de manifiesto que la mayor mortandad se producía en los cinco primeros años de vida, edad que tan solo superaban un escaso 20 % de la población. A partir de este año la mortalidad se reducía considerablemente, alcanzando la mayor parte de los supervivientes los 15 años de vida, siendo muy pocos los que llegaban a vivir en torno a los 25 años. Se estima que un oso del Zoológico de Viena ostenta el record de longevidad de esta especie, al haber vivido 34 años.

Celo: Tradicionalmente se ha considerado al oso como monógamo, sin embargo la desproporción de sexos, generalmente a favor de las hembras, condiciona los hábitos sexuales de la especie, que ha pasado a mantener conductas sexuales poligámicas.
La hembra, que es fértil a lo largo de toda su vida, entra en celo cada dos o tres años, una sola vez, hacia la mitad del verano, normalmente entre junio y julio.
El macho mantiene su capacidad fecundadora durante todo el año, aunque con máximos en verano.
Al oso se le considera el mamífero con menor tasa reproductora de todas las especies, motivado por alcanzar muy tarde la madurez sexual y prolongarse el embarazo y cuidado de las crías durante mucho tiempo, lo que limita su tiempo disponible para procrear.

Gestación: La gestación es muy variable en la especie, estimándose que por lo normal dura en torno a los 7 u 8 meses, aunque también puede superar esta cifra.

Parto: El parto tiene lugar en la osera invernal, en total oscuridad. Suelen nacer dos crías, con igual proporción de sexos, aunque también pueden producirse partos de un osezno, o incluso de tres.

Duración de la lactancia: Los osos pesan al nacer unos 350 gramos y nacen totalmente indefensos y desvalidos, careciendo de pelo al nacer, aun cuando éste se desarrolla con rapidez, de modo que a los dos meses alcanza varios centímetros de longitud, el que seguirá creciendo hasta la primera muda. A los dos meses de vida un osezno alcanza ya los 3 Kgs. de peso y al final de la lactancia, que puede prolongarse durante unos 6 meses, un peso próximo a los 12 Kgs. Los oseznos acompañan a la madre hasta que son adultos, lo que será a los 16 ó 18 meses de vida.

Madurez sexual: En libertad alcanza la madurez sexual en torno a los 42 meses de vida, esto es, unos 3 años y medio, mientras que en cautividad pueden adelantarse estos períodos.
Alimentación: El oso se considera un omnívoro perfecto, capaz de consumir los más variados alimentos. En los albores de los tiempos el oso fue carnívoro, pero se fue adaptando a la alimentación disponible y se modificó su dentición, adaptada a una alimentación muy variada, que va a depender de las disponibilidades alimenticias y época del año.
Hábitats: Durante siglos el oso ocupó grandes bosques de llanura, en la mayor parte del hemisferio boreal del planeta, pero con la humanización y desaparición de estos lugares, buscó refugio en los bosques de montaña, su reducto actual.

Huellas: Inconfundible por su tamaño y caracteres de plantígrado. Marca los cincos dedos y uñas, además de parte de la planta de los pies y manos. La huella del pie anterior es más corta y ancha (21 x 28 cms,) que la del posterior (17 x 30 cms.). Se considera que la huella del tejón es una reproducción en miniatura de la del oso.

Excrementos: Inconfundibles por su tamaño y características. En la práctica resulta difícil confundir los excrementos de los osos con los de cualquier otro animal. Sólo en algunos casos, cuando se han alimentado de ungulados silvestres o ganados, podrían semejarse a los de un cánido grande, como un perro o un lobo. En otras ocasiones, los excrementos del jabalí que no posean la consistencia habitual también podrían dar lugar a confusión. De modo general, los excrementos del oso van a depender del alimento consumido, aun cuando suelen ser cilíndricos, de unos 6 cms. de grosor. El análisis de estos excrementos se utiliza para conocer sus hábitats de alimentación.

Otros rastros: Muy variados, como guaridas u oseras, distintas las de invernada de las que ocupa en la época de actividad. Restos de comida o carroña. Rascaduras, arañazos y mordiscos, los que son un rastro muy bueno de esta especie, por su localización, a altura, normalmente por encima de 1,50 m., debido a efectuar estas marcas en posición erguida para dejar impregnado su olor como marca territorialista. La piedras movidas o levantas, algunas de más de 80 Kgs., también es un buen rastro, en cuanto que este considerable esfuerzo físico solo puede hacerlo el oso. Hormigueros levantados o restos de pelos en alambradas o en espinos, también pueden ayudarnos a detectar su presencia en un territorio.

Dimorfismo sexual: El macho es mayor que la hembra. El macho pesa un 20 ó 25 % más que la hembra.

Enemigos naturales: No los tiene, el hombre ha sido el único y tradicional enemigo natural del oso, aun cuando las águilas y lobos pueden atacar a los oseznos, a los que defiende con virulencia y agresividad la madre, por lo que las probabilidades de éxito en el ataque son muy pequeñas.

Curiosidades ecológicas: En torno al sueño invernal del oso, hay publicado todo un mundo literario, al haber atraído desde la antigüedad al hombre. Por lo general el oso se retira a invernal a la llegada de los primeros fríos del otoño, aunque pueden producirse algunos retrasos en años benignos. Normalmente inverna en cuevas o grutas de poca profundidad, aunque también puede hacerlo encajonado en grandes troncos huecos. Los osos menores de tres años de edad invernan en grupo, mientras que los de mayor edad lo hacen solos. La osera es cuidadosamente acondicionada para el invierno, para lo que es recubierta con musgo, helechos, hojas y ramas secas, formando una confortable cama, tapando la entrada con ramas. Durante las primeras semanas de encierro el oso sale frecuentemente al exterior, en ocasiones a diario, para defecar y orinar, pero poco a poco las salidas se harán más esparcidas hasta cesar.

Este sueño invernal del oso no constituye una verdadera hibernación, sino que sume al oso en un estado llamado de sopor, en el que puede efectuar esporádicas salidas, ya que el oso no entra en un verdadero letargo, ni siquiera en un profundo sueño, sino en un estado de sopor en el que sus sentidos permanecen alerta.

Con la llegada de la primavera el oso recobrará su actividad. El animal vuelve todos los años al mismo lugar de invernada a no ser que sea molestado o se produzca alguna grave contrariedad.



CIRCO CON ANIMALES NO ES CULTURA.